Hoy estoy triste...
En realidad llevo varios días mal. Varias circunstancias a mi alrededor (nuevos procesos de compañeras, problemas de otras en sus caminos hacia sus hijos) me han hecho recaer en la tristeza que ya creía adormilada.
Hace ya tres años empezó a cuajar en mí el deseo de un nuevo hijo, algo indescriptible, pero tan real como el hambre o la sed. A mi marido parece que le pasaba algo similar, y tras mucho meditarlo, unos meses después, iniciamos nuestra terdera adopción.
Han pasado tres años desde entonces, y muchas cosas han cambiado. China parece algo inalcanzable, mi sueño del pasaje verde no ha sido compartido, y la que iba a ser nuestra pequeña Lucía ha dejado de existir, ha dejado de nombrarse en casa, desapareció.... Pero de mi corazón no, nunca. Siempre llevaré a mi pequeño sueño dentro de mí, había un trocito de mi corazón reservado para ella y se me ha quedado vacío, y sólo lo puedo llenar con el recuerdo de ese sueño.
Lo he pasado muy mal, sin apenas compartirlo, he llorado a escondidas, no he encontrado oídos que me quisieran escuchar. Pero las heridas cicatrizan, las manos se encallecen, la piel se impermeabiliza, y una empieza a vivir mirando las cosas desde fuera. Tengo dos hijas que son mis amores, mis tesoros, mi vida entera, ellas dan sentido a mi existencia, lo son todo.
Pero.... ay, mi pequeña Lucía, te sentí tanto, noté como tirabas de tu hilo rojo, con tus tirones me hiciste mirar de nuevo hacia China. Y ahora he tenido que soltar el extremo de tu hilo, no me dejan seguir agarrada a él. La leyenda del hilo rojo ha dejado de tener sentido para mí.
Te siento como una madre que ha perdido a un hijo que empezaba a existir, eras ya mi embrioncito... y volaste. Ojalá ya haya otros padres ilusionados tirando fuerte de ese hilo que yo no pude sujetar.
Nunca podré olvidarte. Exististe en mí, mi cielo.
En realidad llevo varios días mal. Varias circunstancias a mi alrededor (nuevos procesos de compañeras, problemas de otras en sus caminos hacia sus hijos) me han hecho recaer en la tristeza que ya creía adormilada.
Hace ya tres años empezó a cuajar en mí el deseo de un nuevo hijo, algo indescriptible, pero tan real como el hambre o la sed. A mi marido parece que le pasaba algo similar, y tras mucho meditarlo, unos meses después, iniciamos nuestra terdera adopción.
Han pasado tres años desde entonces, y muchas cosas han cambiado. China parece algo inalcanzable, mi sueño del pasaje verde no ha sido compartido, y la que iba a ser nuestra pequeña Lucía ha dejado de existir, ha dejado de nombrarse en casa, desapareció.... Pero de mi corazón no, nunca. Siempre llevaré a mi pequeño sueño dentro de mí, había un trocito de mi corazón reservado para ella y se me ha quedado vacío, y sólo lo puedo llenar con el recuerdo de ese sueño.
Lo he pasado muy mal, sin apenas compartirlo, he llorado a escondidas, no he encontrado oídos que me quisieran escuchar. Pero las heridas cicatrizan, las manos se encallecen, la piel se impermeabiliza, y una empieza a vivir mirando las cosas desde fuera. Tengo dos hijas que son mis amores, mis tesoros, mi vida entera, ellas dan sentido a mi existencia, lo son todo.
Pero.... ay, mi pequeña Lucía, te sentí tanto, noté como tirabas de tu hilo rojo, con tus tirones me hiciste mirar de nuevo hacia China. Y ahora he tenido que soltar el extremo de tu hilo, no me dejan seguir agarrada a él. La leyenda del hilo rojo ha dejado de tener sentido para mí.
Te siento como una madre que ha perdido a un hijo que empezaba a existir, eras ya mi embrioncito... y volaste. Ojalá ya haya otros padres ilusionados tirando fuerte de ese hilo que yo no pude sujetar.
Nunca podré olvidarte. Exististe en mí, mi cielo.
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