viernes, 13 de marzo de 2009

El olivo de mi calle


Al olivo de mi calle este invierno lo troncharon, como caña vieja su tronco crujió y se vino abajo. Un incauto le partió el alma casi centenaria por la mitad... Fue un accidente de coche, al incauto no le pasó nada, al olivo sí. Allí quedó su medio cuerpo, tirado en la tierra, con enorme astillas dirigidas hacia el cielo desde su muñón. Pasaron dos días, y acudieron prestos y eficaces los trabajadores a terminar de amputarlo de la tierra. Con enorme sierras eléctricas lo cercenaron a ras del suelo, de ese suelo que durante décadas le había dado la vida. Cuando salgo de casa y miro al frente veo un vacío inmenso...


Ahora el cielo está azul intenso, el sol brilla con rabia, los pájaros revolotean y pían frenéticos, el campo empieza a cubrirse de flores, de abejas, de mariposas blancas. La vida resurge de su nicho con una fuerza incomprensible. La primavera es pura magia.


El olivo de mi calle tiene un enorme corazón bajo tierra que sigue latiendo, y late con fuerza... Junto a los restos grises y tristes de lo que un día fue su vida surgen con fuerza sobrenatural unos brotes, brotes verdes de un verde olivo intenso. Él estaba aquí antes que ninguno de nosotros, y creo, sólo creo, que seguirá aquí mucho después de que nos hayamos ido.

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